martes, 13 de octubre de 2009

La anécdota

Estas últimas semanas he sufrido el síndrome de la página en blanco, no se me ocurrían ideas e historias sobre las que escribir, vamos que he tenido falta de inspiración. Esto se puede deber a que desde que estoy en el paro, hoy hace un mes exacto, me he embarcado en la rutina de la estudiante solitaria.
De lunes a viernes, por las mañanas voy al euskaltegi, mejorar mi euskera es una de mis asignaturas pendientes y uno de los objetivos para este curso 09/10. Por las tardes estudio el Master en Comunicación Corporativa a distancia en el que me matriculé el pasado año, centrada ahora sí en el proyecto final. De ahí, que esté mucho tiempo sola y no me sucedan, como en la rutina laboral, tantas cosas.
Hasta hoy, que he roto la regla y me ha llegado la inspración para contar lo que me ha ocurrido esta misma mañana. Y es que, no sé si a vosotros os habrá sucedido alguna vez, pero yo hoy he sido testigo en la realización de un testamento. Se ha dado la circunstancia de que he tenido que ir al notario a recoger el título de licenciatura compulsado y cuál ha sido mi sorpresa que una vez allí esperando hacer la gestión en cuestión, me han pedido un favor. Una mujer allí presente no sabía leer y la ley obliga a que haya dos personas que dén fe de que su voluntad se cumpla en el papel, en el testamento, para evitar engaños o fraudes llamémosles "notariales". Y ahí me he visto yo sentada en una mesa rodeada de desconocidos, el otro testigo, la señora implicada, el notario y una servidora. Tengo que aclarar que este tipo de situaciones no son habituales ya que como en las bodas, son las personas interesadas las que llevan sus propios testigos, pero según nos ha aclarado la mujer no ha llevado amigas para evitar las habladurías. Asi que pasados unos minutos y una charla propia de la situación, comenzamos a cumplir con el protocolo, lectura en alto del notario del testamento y la posterior firma de las partes implicadas. Todo en orden y gracias. Por desgracia no nos ha caído nada del cielo a los testigos de excepción y por donde hemos entrado hemos salido.

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